
Junto a la playa, con un sol impresionante:
- No me dices cosas bonitas…¿Me quieres?
- Si.
- ¿Por qué?
- Si.
- ¿Por qué?
Agacha la cabeza, y con la mirada fija en el suelo, contesta: No lo sé.
Seguidamente se hace un pequeño silencio, y mientras me mira de reojos, susurra: Eso es lo bonito.
No es necesario que las palabras bonitas broten de sus labios continuamente, aunque de vez en cuando me guste escucharlas.
Permanecer a mi lado cuando lo necesito, escucharme, o simplemente mirarme, es el regalo que cada día me ofrece. Es el regalo que cada día necesito.