domingo, 18 de mayo de 2008

La magia del inconsciente

Cuando tenía 12 años comencé a escribir un “mini libro”. Un poco después una amiga, Ana, se sumó, y seguimos escribiendo las dos juntas.
Lo cierto es que, para ser un libro es muy corto, y para formar parte de mi blog, bastante largo, sin embargo, me ha resultado gracioso recordar las faltas de ortografía que tenía a esa edad (ahora he intentado subsanarlas), así como los temas que me inquietaban, y que creo que siguen ahí. Espero que os guste.

“Queridos lectores y lectoras de mí libro:
Os aconsejo que si queréis pasar miedo leyendo este libro, lo mejor que podéis hacer es meteros a solas en una habitación a oscuras completamente, con una sola vela encendida para poder leer. No os faltará nada más, puesto que lo demás lo pone mi libro, pero has de ser muy astuto para no caer en tentaciones escritas, pues te hará perder el control y hacer cosas de las cuales te arrepentirás.
Debéis estar seguros/as de que sí los queréis leer, pues una vez lo hayas empezado, no podrás retroceder.

Todo empezó una tarde calurosa y envuelta en risas. Ese día no me encontraba bien, necesitaba silencio, tiempo para pensar cosas, pues no tenía las ideas claras, apenas podía pensar, era como si alguien se hubiera adentrado en mi ser y me hubiera quitado todos mis pensamientos y fuerza.
Ese día empecé a ver una película sobre las 12 de la noche. Trataba sobre varios espíritus que habitaban en casas, convirtiendo a las personas que vivían allí en zombis, personas de ojos rojos, color de piel blanquecido y rostro decaído, especies de hombres descompuestos que en cuanto veían a una persona, la asuntaban con cuchillos afilados y manchados de sangre de otras personas a las que habían matado anteriormente.
Esa misma noche, después de la película, cuando me acosté, empecé a escuchar varios chillidos de terror, el ruido de puertas abriéndose y cerrándose, pero al cabo de media hora, desaparecieron los ruidos.
Al día siguiente me encontraba mejor, de modo que me fui con mis amigos. Ese día, los padres de uno de mis amigos se fueron, por lo que nos fuimos a su casa y empezamos a llamar por teléfono de cachondeo.
Cuando llamábamos sólo preguntábamos por personajes de películas de terror, como: ¿Está Drácula? Una de las veces que llamamos, número de teléfono que no diré por motivos de seguridad, preguntamos por Drácula. Nos contestaron diciendo que no se encontraba allí. Pero que dejara un vaso de leche y unas tijeras sobre la mesita de noche, ya que me visitaría de madrugada.
Nosotros colgamos riéndonos, pensando que eran unas personas queriéndonos llevar la corriente, cuando José Ángel, el chico que había hablado por teléfono, dijo que haría lo que le habían dicho por teléfono, para que así al día siguiente pudieran llamar y seguir con la broma.
En ese momento llegaron los padres de José Ángel, y nos tuvimos que ir a nuestras casas, pero yo no tuve que hacer mucho camino para regresar a la mía, ya que vivía en el bloque de al lado.
Mientras iba a mi casa me enteré de que en el bloque de al lado mía una niña había muerto descuartizada misteriosamente, y su casa había quedado destrozada, y las paredes manchadas de sangre. Comencé a hablar con sus amigas, y me contaron que no sabían como le había podido pasar eso. De pronto, una de ellas empezó a decir que el anterior llamó por teléfono y preguntó si estaba Drácula, y le dijeron que no, pero que esa noche dejara sobre la mesa un vaso de leche y unas tijeras. Piensa que su amiga lo pudo haber hecho. Entonces todas las amigas comenzaron a romper en llanto de nuevo.
Más tarde me marché a mi casa, envuelto en miedo y recordando los gritos que la noche anterior había escuchado, pero lo peor fue cuando estuve hablando con mis amigos y me dijeron que ellos no habían escuchado nada, lo que hizo que tuviera más miedo aún. Comencé a pensar de donde podrían proceder esos gritos, mientras recordaba el asesinato que había sufrido la niña del bloque de al lado…
Cuando me volví a acostar, empecé a escuchar de nuevos chillidos, pero estos me resultaban familiares. De repente empecé a pensar en que mi amigo esa misma tarde había llamado por teléfono, y le habían contestado prácticamente con las mismas palabras que a la niña asesinada. Pensaba que esa sería la peor noche de mi vida.
A la mañana siguiente, cuando me levanté fui rápidamente a casa de mi amigo, pero pasó algo que me sorprendió un montón: Me abrió la puerta y me quité un gran peso de encima, pero como tenía prisa me marché en seguida. Al cerrar la puerta mi amigo, me di media vuelta, bajé el piso, y volví a ver a mi amigo. Le dije que por la tarde quedaríamos para ver un video, y bajé rápidamente, porque me extrañó bastante la forma en que me había mirado. Bajé tan rápido que incluso caí rodando escaleras abajo, cayendo a los pies de una anciana la cual decía ser la abuela de José Ángel, y fijando su mirada en mí, rompió a llorar como una histérica. Intenté consolarla, pero ésta repetía una y otra vez el nombre de “José Ángel”, hasta que la di por imposible, y salí huyendo de aquel portal.
Unas horas más tarde me encontraba en mi casa haciendo los deberes cuando llamaron a la puerta. Era José Ángel.
Le abrí la puerta y le dije que entrara y esperara mientras terminaba de hacer mis tareas, que viera mientras un video clip de Caníbal, el cual trataba sobre espíritus malignos, y depuse podía ir poniendo la película de video “Muerte segura en un cementerio de los Ángeles”.
Cuando terminé de hacer los deberes comencé a ver la película con José Ángel, cuando me di cuenta que minuto tras minuto me miraba de forma misteriosa, con una llama de fuego en sus ojos. Sus manos sudaban y se hinchaban. Esto desaparecía tras mirarlo. Pocos minutos después terminó la película y pasamos a comentarla, cuando de repente se apagó la luz y sentí como el aliento de José Ángel penetraba sobre el aire que yo respiraba. Unos segundos más tarde vino de nuevo la luz, pero José Ángel no estaba a mi lado, si no que se encontraba de camino a la cocina, pero él, al darse cuenta de que volvía la luz dio media vuelta y me miró. En ese mismo instante entró mi hermana Claudia por la puerta, ignorándome a mí, pero dedicándole una sonrisa a José Ángel. Tras esto, se marchó a su habitación. José Ángel me dijo que mi hermana Claudia era fantástica (diciéndolo de forma picarona y extrovertida) Me dijo que le gustaría hablar con ella, pero me resultó un tanto extraño, porque desde hacía varios años tanto José Ángel como yo sabíamos que Claudia iba detrás de él, aunque sin cortarme, la llamé.
- ¡Claudia, ven!
- ¿Qué quieres renacuajo?
Entonces, José Ángel habló: Claudia, ¿Te acuerdas de mí?
- ¡Pues claro! Creí que eras tu quien no me recordaba.
- ¿Cómo no te voy a recordar? Si te llevo siempre en mis pensamientos.
Claudia se quedó pasmada tras la contestación de José Ángel. A Claudia le entró tal vergüenza que se marchó a su habitación. Mientras tanto, José Ángel seguía hablando de lo maravillosa que era mi hermana.
Unos minutos más tarde me di cuenta de que faltaría poco para que llegara mi abuela, así que se lo dije a José Ángel (De forma indirecta para que se marchara), entonces, él dijo: ¡Oh, verdad, ya falta poco para que llegue la vieja de tu abuela!
Eso me sentó fatal, de modo que lo eché de mi casa diciéndole que no me volviera a dirigir la palabra.
Esa noche la pasé dándole vueltas a la cabeza, ya que encontraba a José Ángel un tanto diferente, como si alguien le hubiera quitado la personalidad. Esa noche no escuché ningún chillido, eso sí, escuché murmurar a alguien, de forma que me asomé por la ventana, dándome cuenta de que los ruidos procedían de su casa, además de que las luces se encendían y apagaban, como si poco a poco se estuvieran fundiendo.
Me volví a la cama, eso si, sin quitarme de la cabeza a José Ángel, pues tenía que averiguar lo que le pasaba, pero al poco tiempo me acosté, pues necesitaba fuerzas para el día siguiente, pues tendría que ir con mi padre para ayudarle en el trabajo.
Por la mañana sonó el despertador ¡RING; RING; RING…! ¡Oh, no, las 9 de la mañana, me he quedado dormido1¡!
Salí pitando hacia el baño antes de que mi queridísima hermana entrara antes que yo.
Ya en el baño, escuché como mi padre me llamaba: ¡Marcos, baja un momentito!
De forma que fui hacia la salita con los pantalones medio puestos y con el peine en la mano.
- ¿Qué quieres, papá?
- José Ángel te ha llamado.
- ¿Y qué quería?
- Quería pedirte perdón por una cosa que no debería haber hecho.
- ¿Qué le has dicho?
- Que viniera a las 10.30
- Pero papá…¿No tenía que irme contigo para ayudarte?
- No importa Marcos, hoy te daré el día libre.
Eso de José Ángel me pareció extraño, ya que es muy orgulloso, pero vamos, no me vino tan mal, pues me libré de ir a trabajar con mi padre.
A las dos horas y cuarto llamaron a la puerta. Debería ser él, pero no. Era un hombre intentando venderme una alfombra a 1500 pesetas.
En cuanto cerré la puerta y me di la media vuelta, me encontré cara a cara con mi hermana Claudia. Me miraba con cara de enfado y …¡Claro que lo estaba! Me dijo: ¿Ayer que intentabais…engañarme?
En el mismo instante que iba a contestar llamaron a puerta. Era José Ángel. Me dediqué a abrir y a mirarle fijamente, mientras le decía a mi hermana que más tarde se lo contaría. Claudia se fue directamente a su habitación sin rechistar.
José Ángel me miraba con cara de pena, pero al mismo tiempo con furia y odio, me daba miedo mirarle a los ojos. Le dije que entrara, se sentara, y que me dijera esa cosa tan importante que me tenía que decir.
José Ángel cogió asiento y se disponía a decírmelo, cuando llamaron por teléfono. Era mi padre para preguntar si nos encontrábamos bien. Mientras hablaba con mi padre me di cuenta de que a José Ángel le estaba pasando algo. Se retorcía y se tapaba los oídos, pero eso le pasó sobre todo cuando sonó el teléfono, comenzando a desaparecer posteriormente esos efectos. Sin embrago, no le di importancia, pené que era porque no le gustaba el sonido del teléfono. Después colgué, y me senté en el confortable sillón situado justo delante del sillón en el que estaba sentado José Ángel.
En el mismo momento en que me senté me di cuenta de que José Ángel me miraba fijamente, y de forma misteriosa. En ese instante le dije: José Ángel, ¿no tenías nada que decirme?
- Si, venía a que me pidieras perdón.
- ¿Yo? ¿pedirte perdón a ti? ¡Ni lo sueñes! ¡Fuiste tú quien te metiste con mi abuela!
- ¡Increíble! Vengo a darte otra oportunidad para que vuelvas a ser mi amigo, y tú la rechazas como si de nada se tratase.
- ¿Una oportunidad? ¡Márchate de nuevo de mi casa!
- ¡A mi nadie me echa de casa de nadie! Me voy por voluntad propia, pero que sepas que te vas a arrepentir, te haré la vida imposible.
Nos llevamos varias semanas así, sin dirigirnos la palabra, y yo, continuaba escuchando los chillidos por la noche, pero desde que nos peleamos, fueron aún más fuertes, y parecía que cada vez se acercaban más a mí.
Un sábado por la tarde, en el bar más macabro del barrio, estábamos toda la pandilla reunida y José Ángel empezó a beber más de la cuenta, algo que él nunca hacía, ya que ni siquiera le gustaba la bebida.
Cuando José Ángel se marchó a su casa, ya destrozado por la bebida, mis amigos y yo comenzamos a hablar sobre él, y todos estábamos de acuerdo en que se comportaba de forma extraña desde hacía aproximadamente unas semanas.
Un cuarto de hora más tarde me marché hacia mi casa. Una vez llegué, llamaron por teléfono los padres de José Ángel, comunicándome que había sido ingresado en el hospital más cercano a la zona, porque cuando llegó a su casa, ya un poco mareado, empezó a hacer algunas tonterías de las suyas. Se subió a una silla, y sacó de lo alto del ropera una tabla de esas llamadas “HUIJA”, y empezó a contactar con los espíritus, se dirigió a la cocina, cogió un cuchillo afilado e intentó cortarse las venas, pero sus padres llegaron a tiempo.
Al enterarme contacté inmediatamente con mis amigos, cogimos un bus, y nos presentamos en el hospital los antes posible. Allí vimos un barullo formado en la habitación en la que se encontraba José Ángel. Asomamos como pudimos la cabeza, y pudimos ver que era él.
Tenía pelos de loco, ojos fuera de sus órbitas y estaba atado a la cama con unas cuerdas.
Los médicos decían que tenía un grave trastorno cerebral, lo cual le hacía perder el control de forma que podía llegar incluso a quedarse en coma profundo.
Los médicos nos tuvieron que echar de la habitación para poder tranquilizarlo.
Estuvimos esperando hasta que llegó el médico y nos dijo que podíamos entrar a verlo.
Entramos y lo vimos, indefenso, sin ningún tipo de fuerza.
Al entrar en la habitación me fijé en sus profundos ojos. Me quedé anonadado al ver lo que en ellos se reflejaba: furia y alegría al mismo tiempo.
Me fijé tanto en sus ojos que parecía como si me hubiera adentrado en su ser, descubriendo así sus pensamientos e intensiones.
Uno de mis amigos, Carlos, intentó hablar con él, pero fue inútil ya que José Ángel era incapaz de pronunciar ni una sola palabra.
Yo, al ver que José Ángel no podía hablar, con la mirada entrecortada, miré a mis amigos y me di cuenta de que uno de ellos miraba a José Ángel con cara de asustado, al tiempo que se alejaba de él, sus ojos comenzaron romper en llanto, pero… José Ángel también lo miraba a él, pero su mirada no era normal y corriente, si no con odio, maldad, furia. Era una penetrante mirada que se podía combinar con el color ojos rojo del fuego, conjunto impactante con el color cristalino de las lágrimas que resbalaban lentamente sobre el rostro de José Ángel.
Creo que esa mirada no la olvidaré durante el resto de mi vida.
Unos segundos más tarde me lleve a Fran, que era el chaval que estaba intercambiando miradas con José Ángel, fuera de la habitación, e intenté mantener una conversación con él sobre lo ocurrido. Fran decía haber averiguado lo que sentía José Ángel y el por qué de su raro comportamiento. Según Fran, José Ángel podía estar poseído.
Esa respuesta me entrecortó la respiración de forma que caí al suelo inconscientemente creyendo que estaba cayendo de un precipicio a un enorme e interminable vacío en el que sólo se podía encontrar oscuridad y timidez en el que no hallaba respuesta alguna.
Y de pronto…Empecé a sentir como alguien me daba pequeños golpecitos en el hombro para que me despertara. Eran las 7:45, y ya era hora de levantarse para así volver, como un día cualquiera, a las insoportables clases.”

3 comentarios:

Leticia! dijo...

Jejejeje!! Posesiones demoniacas... tijeras...ZOMBIES!!! Me recuerda a alguien pero no caigo ahora.. :P
¿No escribiste nada más?
¿Qué fue de José Ángel? Y de su historia con Claudia??
Muackasssssssssssssss

Manolo Navarro dijo...

Vaya mini cuento... me ha puesto los pelos de punta. Que calladito tenías esta habilidad narrativa tuya.

Pos eso... que ya estoy esperando un nuevo relato... y si es de miedo... mejor.

besitos.

Cartas del hombre muerto dijo...

jajaja, está genial! (un poco largo) pero está muy bien!!!